Federico Insúa volvió a jugar con la camiseta de Independiente, por tercera vez, y marcó la diferencia. Rápidamente se entendió con Pisano y el Rolfi. Con los tres enchufados es distinto.
En el primer tiempo, si bien Brown de Adrogué arrancó con un ritmo y una verticalidad que complicó a la defensa de Independiente, cada vez que la pelota la agarraban los de arriba marcaban mucho la diferencia. La calidad del Pocho, el arranque de Matías Pisano y la potencia de Daniel Montenegro, provocaban estragos en la defensa del local.
Fue así que gracias a ese juego el Rojo se puso 2-0 en 15 minutos. El ritmo no era avasallante, pero la categoría al cubo fue mucho. Y sobre todo el rendimiento de Insúa.
Es que el Pocho, con la once en su espalda, desde el primer contacto con la pelota mostró que en esta categoría él juega a otra cosa. Con sombreritos, pases de primera, toques de galera y bastón y hasta un caño dentro del área rival que valió para el segundo grito, regaló fútbol… algo que hace tiempo no se ve en Independiente.
Los hinchas que se acercaron a la tribuna “neutral” aplaudieron a Insúa y festejaron cada toque en su regreso. Aunque claro está toda la producción en la primera etapa, porque en el segundo tiempo el equipo tuvo un tramo en el que aplacó su juego y el Pocho, como el resto de los atacantes, entraron en una laguna que aprovechó Brown para marcar el descuento.
Con la expulsión de Cristian Tula, Insúa dejó el campo de juego para que ingrese Samuel Cáceres y se rearmara la línea de cuatro. Los aplausos para el Pocho fueron una devolución a su producción, a su vuelta y a ese fútbol que puede entregar y a todos ilusiona.
